Thursday, August 13, 2009

Tenth stop, Phoenix Arizona.




El calor nuevamente invadía cada uno de los vagones revitalizando nuestros cuerpos, eso últimamente quería decir que una estación estaba cerca, abrí los ojos y fui deslumbrado por el día del exterior del túnel, una ciudad, una ciudad en un entorno árido, desértico, el sol, caía en lo alto, era medio día, y algunos cactus se veían en la distancia fuera de los limites de la ciudad, en la ciudad sostenida por la falsa humedad proporcionada por el riego, otra tanta por un río cerca se erigían frondosos árboles en medio de los edificios y las calles, los autos iban en nuestra contra junto con gente en bicicletas y corredores.
- this stop is, Phoenix, Arizona.- dijo la mecánica voz del train.
Bajamos, y vimos frente a nosotros, grandiosos, un grupo de departamentos y a su alrededor una tormenta de arena, que parecía extrañamente detenida en aquel punto, de ahí se alejaban los autos y las demás personas.
- supongo que ahí es donde debemos acudir- me comentó Mihill.
- Opino lo mismo- respondí mecánicamente mientras analizaba mejor la escena.
Lo que parecía una simple tormenta de arena no lo era, los bordes superiores de ellas se movían y saltaban como una manada de coyotes salvajes hechos completamente de arena y magia. Y sobre las narices de aquellos animales, algo negro ágil como una pluma revoloteaba esquivando pero deteniendo el avance del grupo de arena, aquella mancha negra era un cuervo o aquello era lo que parecía, pero en si era imposible, ya dado el tamaño que se veía en la distancia, debía ser un cuervo de dimensiones gigantescas.
- no creo que esta vez pueda ser de ayuda- comentó Mihill.
Nos acercamos con cuidado, muy juntos y tapándonos los rostros de la arena, Mihill usaba gafas, yo no tenía.
Entonces la mancha negra calló en picada pero hacia nosotros. Ambos nos asustamos, Mihill puso la cuerda entre sus dedos rápidamente, ante cualquier cosa debía ser capaces de actuar rápido, yo junte magia en la punta de mis dedos.
El cuervo se detuvo algunos metros frente a nosotros.
- Frexor, Mihill- han llegado- dijo el cuervo.
- ¿como nos conoces?- dijo Muhill lo que pensábamos ambos.
- No es tiempo, debemos deshacernos de la tormenta, viene hacia la ciudad, quedaría completamente tapada en arena.
- No suena tan mal- comenté.
- No bromees- dijo el cuervo.
- Está bien.
La nube de arena se dirigía hacia nosotros.
- alejémosla hacia el desierto- comenté- creo es lo primero debemos hacer.
- Esta bien, vamos móntame.
Llevaba en sombrero colgando por una cuerdita alrededor del cuello así que me puse el sombrero.
- ¡¡whohaa!!- exclamé al tiempo que me montaba en el cuervo.
La gigantesca ave comenzó a volar. Arranqué un par de plumas con permiso del cuervo y se las lancé a la tormenta, naturalmente no le hicieron nada, pero la magia con que estaban cargadas eran el señuelo, y los coyotes de arena, tal como si hubieran olfateado a una presa nos comenzaron a perseguir.
- ¿que eres?- pregunté- mientras volábamos.
- Un cuervo.
- Eso es una respuesta vaga, eres algo más.
- Soy lo que soy, un cuervo si, pero con una naturaleza muy semejante a la tuya.
- ¿como me conoces?
- Te he seguido en tu viaje o en parte de el.
De inmediato recordé el cuervo que me guió para encontrar al Mothman, los cuervos de la bruja en la tierra de Oz, vi cuervos en casi cada parada, solo que poca atención había puesto en aquella criatura.
- porque nos seguías.
- Vigilaba que las cosas no se salieran de control.
- ¿Se salieron de control?
- Si, vez lo que nos persigue, desde Texas que se salió de control.
Tragué saliva con dificultad, sentía que es mi culpa.
- pensábamos que podía pasar, por eso fuiste llevado ahí, al parecer no resultó del todo.
- Lo siento.
- Tranquilo, no hay rencor, ahora la cosa es ¿que vamos a hacer?
- Tengo una idea, es un poco burda, solo basada en cosas que he leído, esto de estar en un país extraño me tiene en desventaja, por suerte siempre reviso libros para situaciones asi, bajadme.
- ¿Si no resulta?
- Entonces que Dios nos salve.
Bajamos en mitad del desierto.
- ¿monto vuelo y hago que me persiga por mientras?- me preguntó.
- Esta bien, eso me dará un poco mas de tiempo.
El cuervo se alejó volando, a los minutos la tormenta perseguía al cuervo, en círculos claro.
Dispuse las piedras en forma especial, un sello de magia en cada piedra, dejé el sombrero fuera del circulo, nada podía interrumpir.
Comencé a cantar:

“estaba el diablo mal parado,
En la esquina de mi barrio,
Ahí donde dobla el viento,
Y se cruzan los atajos
Al lado de él estaba la muerte
Con una botella en la mano
Me miraban de reojo y se reian por lo bajo
y yo que esperaba no se a quien…

Era la única canción que podía recordar en aquel instante. Entonces comencé a escuchar una voz lejana que tomaba forma y cantaba a mi lado

A l otro lado de la calle del otoño
Una noche de bufanda
Que me encontró desvelado, entre dientes
Oí a la muerte que decía, que decía así


Yo me uní a esa voz cantando

Cuantas veces se habrá escapado como laucha por tirante
Y esta noche que no cuesta nada, ni siquiera fatigarme

Podemos llevarnos un cordero con solo…
Cruzar la calle
Yo me escondí tras la niebla
Y miré al infinito
A ver si llegaba ese que nunca iba a venir
Estaba el diablo mal parado en la esquina de mi barrio, al lado de el estaba la muerte con una botella en la mano…

Al detener el canto estaba a mi lado lo que esperaba, Kokopelli
Una criatura alta, mas alta que yo, con largos cabellos una extraña joroba y una flauta en su mano.
- ¿conoces la canción?- pregunté.
- Ahora me la se.- respondió alegre.- ¿quieres que hagamos fiesta?
- Me encantaría- dije, y quisiera invitar a una amiga.
- Las muchachas siempre son bienvenidas a las fiestas de Kokopelli.
- Es una cuervo.
- No por ello menos dama.
- Pero no puede venir.
- ¿porque ¿ ¿cual es el motivo de tal desgracia?
- Esa tormenta la persigue- le indiqué en el horizonte la plomiza tormenta de arena persiguiendo al punto negro.
- Ahí hay magia- comentó Kokopelli- magia de estrella- solo debemos invitarla igual.
Hice magia hacia arriba, un destello, una señal, para que el cuervo se acercara, asi lo hizo y la tormenta detrás. Pronto estarían cerca de nosotros.
Una nota dulce inundó el lugar, una nota terrosa como el desierto, ágil el viento, limpia como una flor. Una segunda nota en descenso, la música de inmediato inundo el circulo y mas allá de el, las notas se sucedían una tras otras, en mi ese instinto que todo duende tiene tras de si, instinto primitivo y básico, tan básico como la magia que poseemos, me hizo bailar, bailar al compás de la música de Kokopelli.
El cuervo había descendido en el circulo y comenzó a aletear sin despegar, rápidamente estaba bailando con nosotros.
Ratones, ardillas del desierto, pájaros, correcaminos, escorpiones e insectos todos bailaban con la danza de Kokopelli.
La arena se detuvo, el movimiento de los coyotes pasó nos miraban de frente, se podía ver claramente sus contornos, un símbolo de estrella reemplazaba lo que serían sus ojos. Entonces bajo las notas precisas de la música de Kokopelli, la magia con la que la arena estaba unidad entre si, se deshizo, y no quedó mas que inerte arena, que calló para olvidar siquiera que alguna vez había sido una manda de coyotes, la magia sobrante hizo florecer de inmediato y fuera de estación unos cactus cercanos, tal era la alegría de Kokopelli.
Hubo baile y canto durante el resto del día, y el resto de la noche, solo al día siguiente el hechizo de Kokopelli había desaparecido, desperté abrigado bajo el ala del cuervo, que me había protegido del sueño cuando había caído rendido del sueño, tomé mi sombrero para obtener nuevas energías, y montando al cuervo regresé al vagón.
Mihill me estaba esperando preocupado.
- ayer llamó el train, ayer el trabajo estaba listo- me recriminó.
- La magia que usamos para librarnos de la nube requería que siguiéramos hasta ahora- me defendió el cuervo.
Yo solo asentí.
- está bien- comentó Mihill.
- Nos veremos mas seguido- dijo el cuervo al tiempo que subíamos al train, el cuervo se quedaba fuera claro.
Las puertas se cerraron y seguimos con nuestro viaje.